
09 Jun RECUERDOS DE MILDRED LEWIS SOBRE LOS PRIMERO DÍAS CON EL MAESTRO

El DOCTOR CONOCE A SWAMI YOGANANDA
Cuando el doctor conoció a Swami Yogananda era muy escéptico, porque sus padres le habían advertido en numerosas ocasiones que tuviera cuidado para no ser embaucado o confundido por charlatanes en nombre de la religión. El doctor comenzó preguntándole numerosas cuestiones, y el Maestro le dio respuestas satisfactorias. El Doctor dijo. “Dice la Biblia, si tu ojo está sano tu cuerpo entero estará lleno de luz” Mateo, 6,22. ¿Puede explicarme esto? El Maestro dijo “creo que sí”. El doctor replicó entonces “He preguntado a muchas personas, pero nadie parece saberlo”. El Swamiji le dijo al doctor: “¿Puede un ciego guiar a otro ciego? Ambos caerán a la misma zanja” (Lucas, 6:39). Después de esto el Doctor exclamó con gran entusiasmo “Por amor de Dios, explíquemelo”.
El Maestro entonces miró fijamente a los ojos del Doctor y le dijo “¿Me amarás siempre como yo te amo”? El doctor dijo que lo haría y el Maestro replicó “Me hago cargo de tu vida”. El Maestro colocó una piel de tigre en el suelo de su habitación y le pidió al doctor que se sentara con las piernas cruzadas sobre ella. El Maestro se sentó enfrente de él. A continuación, el Maestro le enseñó la Luz: el Doctor vio la estrella en su ojo espiritual y el loto de mil pétalos.
El Doctor a menudo decía que, después de muchos años de disciplina, se dio cuenta, en el momento adecuado, lo que aquellas palabras significaban y también de la advertencia del Maestro cuando le dijo “Quiero que me prometas que nunca me evitarás”. El doctor prometió hacerlo, pero muchas veces fue muy difícil, porque la disciplina del gurú no es un sendero fácil, pero es siempre por el bien del discípulo, para guiarle a su morada de Luz.
La luz divina y el rodillo
Era nuestra costumbre decorar el árbol de Navidad en Nochebuena. De esa forma constituía una completa sorpresa para nuestros hijos Bradford y Brenda a la mañana siguiente. La cita del Doctor con el Swami fue en Nochebuena, por eso cuando salió de casa me dijo que volvería a tiempo para montar el árbol. Él pensó que la reunión le ocuparía poco tiempo, pero pasaron muchas, muchas horas hasta que volvió. Yo no sabía nada acerca de dónde estaba porque él tan solo dijo “volveré en poco tiempo y adornaremos el árbol de Navidad”. Y me dio algunas instrucciones para tenerlo todo listo.
A medida que la tarde pasaba, todo estaba dispuesto, pero ¡el padre no estaba para poner el árbol! Yo traté de sujetarlo en una caja de madera como las que se usaban antes de que existieran los soportes de metal. No funciono, el árbol de Navidad no se mantenía recto en esa caja. Así que abandoné este propósito con la idea de que el Doctor volvería pronto a casa esa noche. Las horas pasaban una tras otra y antes de mucho tiempo era medianoche. Yo me estaba ya preocupando, por cómo íbamos a poder tener el árbol listo para Santa Claus antes de que los niños bajaran por las escaleras. Sin embargo, algo había que hacer con respecto al árbol y me preparé para hacerlo. Había una mecedora en la cocina y me coloqué allí con las mangas de mi jersey enrolladas, y con el rodillo firmemente agarrado en mi mano derecha. Allí estaba yo sentada, cuando el reloj marcaba casi la una. Primero escuché el coche viniendo por la carretera, después las puertas del garaje se cerraron, la puerta de la casa se abrió, y pronto los pasos llegaron desde el vestíbulo a la cocina. ¡Estaba realmente decidida a usar el rodillo!
El doctor entró en la cocina con una sonrisa divina en su cara – iluminada con el resplandor de haber estado con el Maestro –, y no pude tocarle. Así que solté el rodillo. Hubo algunas palabras, pero nada más. El árbol fue levantado y decorado y Santa Claus llegó antes de que los niños se despertaran. Esta es la historia que el Maestro solía contar en sus charlas desde la tribuna. Moraleja: Cuando estás en contacto con la Luz Divina, nada (ni siquiera el rodillo de tu iracunda esposa) puede tocarte. El Doctor siempre decía que esta fue su primera Navidad real.
MILDRED LEWIS SE CONVIERTE EN DISCÍPULA
Pues, bien, las Navidades llegaron y se fueron. Pronto, después del Año Nuevo, la Señora Hasey (Sister Yogamata) nos invitó a cenar a su casa. Llegamos allí, una fría noche de invierno, y nos quitamos las ropas en el vestíbulo. Después nos dirigimos al salón, y justo en frente de mí estaba sentado Swami Yogananda. Fue de lo más molesto: El Doctor y la señora Hasey habían planeado la reunión sin que yo lo supiera. Después del incidente del rodillo, yo había dicho que yo no me iba a complicar con ninguna religión – ¡y menos la hindú!
[Poco después Swami Yogananda llamo a la señora Lewis a otra habitación, donde tuvieron una reunión privada. Años más tarde ella explicó que un velo había caído sobre su consciencia acerca de lo que sucedió en esa reunión; sin embargo, está claro que el Swami cambió su consciencia durante la misma. Como el doctor Lewis relata en el siguiente capítulo, su lealtad y devoción no titubearon desde ese momento. – El editor]
En junio de 1921 tuvimos nuestro primer picnic en Lexington Park un domingo por la tarde. Todos los miembros que habían asistido a la reunión de Boston y a la casa de la hermana Yogamata estaban presentes. Cuando la reunión acabó, el Maestro vino hacia mí y me dijo “Me gustaría hablar contigo. ¿Podrías venir a la casa de la Hermana mañana por la tarde? Fui, y entonces fue cuando realmente el Maestro me aceptó como discípula. Todos los pecados me fueron perdonados, como le sucedió al Doctor en la Nochebuena de 1920. Durante los años siguientes yo padecí muchas enfermedades – no demasiado serias—pero, sin embargo, mi salud, muchas veces no fue todo lo buena que hubiera querido. El Maestro siempre me decía, “Lo que estás padeciendo ahora no es por esta vida, sino por vidas anteriores.”
LAS TRES HOJAS DE TÉ
La historia de las tres hojas de té me permitió por primera vez darme cuenta de los poderes sobrenaturales del Swami Yogananda. En 1921, a medida que me familiarizaba más y más con el Maestro, yo le contaba cualquier cosa inusual que sucediera acerca de la salud de mis dos hijos, Brad y Brenda. Era habitual en Bradford quejarse de dolor de estómago, no necesariamente después de comer.
Un día él se quejaba y se quejaba. Y yo pensé “voy a llamar a Swamiji por teléfono”, él estaba en Boston durante aquella época. Le pregunté qué podría recomendarme para Bradfor. Esto es lo que él me dijo que hiciera: Toma tres hojas de té y ponlas en una taza. Toma un poquito de azúcar y ponlo en la taza con las hojas. Echa sobre las hojas de té media taza de agua caliente. Cuando el té este empapado, después de unos pocos minutos dale una cucharadita de esta infusión y continúa dándosela hasta que el dolor de estómago desaparezca.
Hice exactamente lo que me dijo, y el niño no tuvo más dolores de estómago. Para mi esto fue una curación milagrosa; y creo que desde entonces se estableció en mí una gran fe en los poderes espirituales del Maestro. Yo lo sabía y todos los sabíamos: no fueron las tres hojas de té.
EL PASEO EN COCHE ALREDEDOR DEL MYSTIC LAKE PARKWAY.
Una tarde de un cálido día de junio en 1921, el Maestro le pidió al Doctor que le llevará a una hermosa área de parque alrededor de los Lagos Místicos. Los jardines se llenaban cada primavera con hermosas flores. El doctor le contó a la señora Lewis que durante el paseo alrededor del parque, Swamiji le había pedido que parara el coche. El crepúsculo estaba cayendo en ese momento. El Maestro bajó del coche y corrió atravesando una pradera hacia un hermoso jardín de flores.
El doctor no daba crédito a lo que veía. El swamiji recogió flores todo lo rápido que podía y volvió al coche con los brazos llenos de flores. Cuando Swamiji subió al coche dijo “He recogido esas flores para Vd. Doctor.” El Doctor le dio las gracias y se fue rápidamente de esa área – por miedo a que la policía del parque fuera detrás de él. Más tarde el doctor explicó a Swamiji que en los parques de Massachusetts no está permitido coger flores.
LA PENSIÓN: INVIERNO DE 1921
Antes de que el Maestro pasara más tiempo con la señora Hasey o con el Doctor y conmigo, vivía en una pensión al lado de Harvard Square, Cambridge. Había varios estudiantes hindúes en esa pensión. Una noche el Maestro le pidió al Doctor que fuera a su casa y tomara curry con los estudiantes. Mientras comían el curry el Maestro le dijo al Doctor, “Está muy picante.” ¡El Doctor estuvo de acuerdo ¡
En otra ocasión, en el invierno de 1921, el doctor – por alguna razón, quería mandar un mensaje a Swamiji. Mientras yo fui a entregar el mensaje, el doctor, mandó a su enfermera a nuestra casa para que estuviera con los niños. La temperatura era muy fría, alrededor de cero grados. Yo debía caminar cierta distancia hasta el tranvía; y en la parada había una tienda de caramelos, así que compré una cajita de chocolates. Al llegar a la dirección de la pensión, toqué el timbre para poder entrar. Una mujer gruesa abrió la puerta y le pregunte si podía hablar con el Swami. Ella cerró la puerta y allí estaba yo de pie con el frío que hacía esperando a que él Swami apareciera. Finalmente él apareció y abrió la puerta. Le di el mensaje escrito del Doctor y le pasé la caja de dulces. Entonces. ¡ocurrió una cosa sorprendente! ¡Los ojos del Maestro se llenaron de lágrimas! Me quedé completamente consternada y me volví inmediatamente a casa. ¿Qué me inspiró a darle un regalo al Swami? Yo no sabía hasta ese momento que uno siempre debe darle un regalo al Gurú.
TOMADO DE «TREASURES AGAINST TIME»
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