
21 Ene NUNCA TE AVERGÜENCES DE LLORAR POR DIOS
El hermano Achalananda llevaba en el ashram poco tiempo cuando construyeron nuevas dependencias para los monjes en Mount Washington. Daya Ma se unió a ellos para meditar juntos en la nueva capilla. El hermano comentó que durante esa meditación ella entró en un profundo estado de conciencia. «Ella debe haber conocido por intuición a los devotos poco evolucionados con los que estaba», dijo el hermano, «porque para nuestro beneficio, expresó verbalmente sus oraciones internas a la Madre Divina, desbordando su corazón con tanto amor y devoción y anhelo, que yo sentí que mi propio corazón iba a estallar. Tendrías que ser una roca para escuchar a alguien que clama de esa manera a Dios en una súplica tan profunda y no sentirla». El Hermano pensó entonces: «Señor, ¿por qué no puedo amarte de esa manera?» De repente comenzó a llorar, sollozando como un niño. «Pero luego sucedió algo», dijo el Hermano: «El ego levantó su fea cabeza y pensé: ‘¿Qué pensarán los otros monjes de mí? Pensarán que estoy fingiendo, dando un espectáculo'». Así que trató de ahogar los sollozos, pero no pudo parar. Después de que terminó la meditación, Daya Ma bendijo a cada uno, y cuando le llegó el turno al Hermano, le dijo: «Nunca te avergüences de llorar por Dios».
Nota sobre una charla del Hermano. Achalananda
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