MEDITACIÓN: UN VIAJE HACIA LA LIBERTAD ESPIRITUAL – HERMANO BHUMANANDA

MEDITACIÓN: UN VIAJE HACIA LA LIBERTAD ESPIRITUAL – HERMANO BHUMANANDA

Hoy quiero comenzar haciéndoles una pregunta. ¿Recuerdan la primera vez que tuvieron una verdadera experiencia de lo que es la meditación, ¿qué sintieron? Pienso que para la mayoría de nosotros fue como si de repente se abrieran las puertas ante nosotros y allí estaba, la posibilidad de una vida llena de tal belleza y paz y gozo, y de una comunión grande con Dios, quizás algo que jamás creímos posible.

Hace algunos años, cuando estaba viviendo en el ashram de Encinitas, California, un día uno de los monjes vino y me dijo: “Mañana vendrá un grupo de estudiantes de secundaria para ver los jardines de meditación, y su profesor querría saber si alguien podría guiarlos en una meditación”. Así que le dije: “Seguro, me sentiré feliz de poder ayudar”. Así que a la mañana siguiente tuvimos ese grupo de 12, quizás 15 estudiantes. La mayoría de ellos nunca habían meditado antes. Así que los llevamos a la capilla del retiro y los conduje en una meditación no demasiado larga, tal vez unos 15 minutos o así; pero había un sentimiento de profunda paz, y ellos estaban muy calmados, muy quietos. Y yo pensé: “Madre Divina, tú les estás dando algo especial aquí”. Y después de eso les dije: “Estoy muy impresionado con todos ustedes. Estabais tan calmados, tan disciplinados y tan pacíficos”. Y les puedo decir que les gustó oír eso. Después se fueron y yo olvidé todo esto.

Bueno, un par de años después de eso, dos de nosotros monjes, estábamos participando en un evento interconfesional, auspiciado por la ciudad de Encinitas. Cada año tienen un desayuno anual de oración y ellos invitan a representantes de todos los templos e iglesias locales. Ese año los principales ponentes era una joven y un joven, y lo hicieron muy bien. Y después de eso hubo graduados de una de las escuelas locales. Después, cuando ya nos íbamos, el joven me vio, corrió hacia mí y emocionado me dijo: “Hermano Bhumananda, ¿me recuerda?” Yo no lo recordaba. Pero sucedió que él había estado con aquel grupo de estudiantes, un par de años antes, a los que yo les había dirigido la meditación. Entonces se ahogó un poco de emoción y no fue capaz de hablar por un momento. Luego me dijo: “Sabe, aquella meditación que tuvimos nunca la he olvidado, en esa meditación yo experimenté a Dios”. Y esas fueron sus palabras: “En esa meditación, experimenté a Dios”. Y no sé que puedo añadir a eso, porque es todo el meollo y todo el propósito de estas enseñanzas de Kriya Yoga que Paramahansa Yogananda da. Siguiendo estos principios de un vivir científico y una meditación científica, el devoto es llevado muy rápido a una directa, personal, tangible y transformativa experiencia de Dios.

En los Upanishads de la India, una de sus sagradas escrituras, dice esto: “Si puedes trascender el cuerpo y percibirte como Espíritu, serás eternamente bienaventurado, libre de todo dolor”. Y Sri Daya Mata, que sirvió como la tercera presidente de Self-Realization Fellowship, y que fue una inspiración tan maravillosa para nosotros a lo largo de los años, dijo una vez: “Cuando veo gente cuyas mentes están preocupadas por tantos problemas, frustraciones, infelicidad, desilusiones, mi corazón sufre por ellos. ¿Por qué los seres humanos están afligidos por tales experiencias? Por una sola razón: olvido de la Divinidad de la que proceden. Si te das cuenta una vez que esa carencia en tu vida es tan solo Dios y luego te pones a eliminar esa carencia, luchando por llenarte con la conciencia de Dios en meditación diaria, llegará el día en el que te sentirás tan completo, tan totalmente pleno, que nada será capaz de sacudirte o perturbarte”. Y las palabras de nuestro Gurú, Paramahansa Yogananda: “Cuanto más largo y profundo medites y afirmes, más profundamente sentirás y serás consciente de la siempre creciente alegría en tu corazón. Entonces sabrás sin ninguna duda que hay un Dios y que Él es siempre existente, siempre consciente, omnipresente, siempre renovado gozo”.

Así que este viaje de la meditación, en el que estamos todos, ¿hacia dónde nos está llevando? Al estado en el que estamos libre de todas las penas, lo que incluye la liberación de triple sufrimiento, del cuerpo, la mente y el alma, el estado, la conciencia donde te sientes tan seguro, en una paz tan profunda y plenitud que nada de lo que suceda puede perturbar esa calma interior, esa serenidad interior; y.… la experiencia de la siempre nueva alegría en nuestros corazones. Y según ese gozo crece y se expande, nos damos cuenta de que ese gozo es Dios mismo. Dios es siempre consciente, omnipresente, siempre nuevo gozo.

Ahora bien, un reto que cada devoto que medita, que busca a Dios, enfrenta es ¿cómo “alimentar el fuego”? ¿Cómo mantienes ese gran anhelo por Dios que es esencial para tener éxito el sendero espiritual? Muchos de ustedes recordarán a nuestro querido hermano Anandamoy, uno de los monjes que estuvo con el Maestro y que era otro maravilloso ejemplo para nosotros. Y él a menudo hablaba de la última charla que el Maestro les dio a los monjes, sus últimas instrucciones a los monjes antes de dejar este mundo. Y en esa charla, el Maestro dijo esto: “Nadie puede darte el deseo por Dios, debes cultivarlo tú mismo. El mismo Señor no puede dártelo. Aprende a desearlo”. Y algo que la santa y avanzada discípula Gyananmata escribió una vez a Daya Ma, cuando Daya Ma era una joven en el ashram, Gyanamata le dijo: “No mires ni contemples nada que no sea tu meta, siempre resplandeciendo delante de ti”. Y una forma de mantener esa meta, siempre es a través del profundo estudio diario de las enseñanzas del Gurú.   Y te darás cuenta, según estudias las enseñanzas del Gurú cada día, que una cosa más hermosa sucede y es que gradualmente los pensamientos del Gurú se vuelven tus pensamientos. Se convierten en parte permanente de tu conciencia, y te mantienen calmado, fuerte, positivo, cuando enfrentas las variadas experiencias de la vida.

Recuerdo ciertos pasajes que el Hermano Anandamoy solía recomendar. Y uno de ellos era el capítulo que está en la Autobiografía de un yogui: “Una experiencia en la Conciencia Cósmica”. Y cuando leas ese capítulo, profundamente, no pienses tan solo: “Bueno, que experiencia tan maravillosa la que tuvo este Gurú que tenía la realización divina”. Piensa también: “Esta experiencia de samadhi que tuvo Paramahansaji, algún día, algún día, la tendré yo también”, porque él siempre hacía hincapié en eso. Él solía decirles a los devotos algunas veces: “Vosotros sois todos Yoganandas”, y luego les decía: “La única diferencia es que yo hice el esfuerzo… hasta que Dios vino a mí”.

En ese capítulo está el poema de nuestro Gurú, “Samadhi”, y él animaba a los devotos muchas veces a que lo memorizaran. Y recuerdo que la primera vez que memoricé ese poema, cuando era un monje joven en el ashram, durante varios días después de hacerlo, no importaba lo que estuviera haciendo, esos pensamientos del poema simplemente se filtraban en mi conciencia, y yo me sentía como si estuviera casi en un tipo de estado de exaltación. ¡¡Era muy agradable!!.

“Desvanecidos los velos de luz y sombras, esfumado todo vapor de tristeza”, ¿pueden imaginarse una conciencia donde no exista ningún vestigio de tristeza, ningún vapor de tristeza? “Del gozo yo vine, por el gozo vivo y en el sagrado gozo fundo mi ser”. “Yo presente en todo, entro en el Grandioso Yo”.Estos no son pensamientos ordinarios, ni tan siquiera pensamientos inspiradores. Estos pensamientos son percepciones de Dios, de un Maestro que se ha unido a Él. Y cuando absorbes profundamente estos pensamientos, pones tu atención en estos pensamientos, encontrarás que tu anhelo por Dios se ve intensificado y tu determinación de experimentar a Dios a través de la practica de estas enseñanzas y las técnicas de meditación, aumenta diez veces más, cien veces más.

En el ashram generalmente no vemos la televisión, pero una de las excepciones a esto es que algunas veces vemos algo de los Juegos Olímpicos. Y recuerdo que cuando el Hermano Anandamoy vivía y estaba con nosotros, solía disfrutar viendo las olimpiadas. Era muy aficionado a ellas. Y hubo un momento en el que yo me preguntaba sobre ello, porque el Hermano, tienen que entenderlo, era un monje muy sencillo, totalmente concentrado en su búsqueda por Dios, así que se me venía el pensamiento de por qué al Hermano le gustaban tanto los Juegos Olímpicos, cuando él podía gastar ese tiempo en soledad, en meditación, o leyendo las palabras del Maestro. Pero había una razón para ello. Y el Hermano nos explico, un par de veces, que él sentía que los atletas olímpicos eran muy buenos ejemplos, en cierto sentido, en tanto que ellos se ponían una meta y luego toda su vida, todo su tiempo y atención y energía, quedaban totalmente absorbidas en lograr la meta que se habían puesto. Y él nos decía que cuando cambiaran e hicieran de Dios su meta número uno, con esa concentración, con esa unidireccionalidad y determinación, harían progresos muy rápidamente en el sendero espiritual.

Una de las atletas olímpicas, que recuerdo, y que me gustaba mucho ver, era Bonnie Blair, era una patinadora  americana de velocidad, que ganó cuatro o cinco medallas de oro durante varios Juegos Olímpicos. Y yo solía disfrutar viéndola, no tanto durante la carrera, sino antes. Me encantaba observar su rostro, cuando las atletas estaban en la línea de salida, esperando a que comenzara la carrera, porque en su cara podías verlo: el deseo de ganar. Cada pensamiento, cada emoción…, parecía que cada célula de su cuerpo estaba absorta en una única cosa: “Quiero ganar”, y en lo que tenía que hacer para lograrlo.

Así que ¿cómo se aplica esto a la meditación? Desde luego que no quiero que metan todo esto en la meditación. Tenemos que estar muy tranquilos, muy relajados, pero… lo que quiero remarcar es lo siguiente: antes de la meditación tienes que prepararte. No entres en ella mecánicamente, pensando en tus problemas, tus relaciones, las cosas que tienes que hacer en tu trabajo. Haz el esfuerzo de que incluso antes de sentarte a meditar, arroja todo eso conscientemente fuera de tu mente, y repítete a ti mismo: “Este es mi tiempo para estar con Dios, y no hay nada más importante en mi vida”. El Hermano Bhaktananda, otro de los monjes que estuvo con el Maestro, y que era otro de nuestros grandes ejemplos, solía decirnos que fuera cual fuera la práctica espiritual en la que estuviéramos ocupados en ese momento, debía ser nuestra prioridad número uno en nuestra vida, la cosa más importante de todas. No es suficiente practicar tan solo las técnicas de meditación. Lo que necesitamos es, una práctica inspirada, de las técnicas de meditación. Así que ¿qué es lo que tienes que hacer primero? Date una pequeña charla animadora antes de meditar. Haz surgir ese deseo por Dios, ese amor por Dios, y en esa conciencia, siéntate y medita. Y algunas veces esto no es fácil, lo concedo, incluso para mí. Saben, algunas veces me despierto por la mañana y el primer pensamiento que me viene es, cuando me siento todavía aletargado, el primer pensamiento es: “No tengo ganas de meditar”, es como una pequeña vocecilla, ya saben, y a veces tenemos que enfrentarnos a estas cosas. Y aquí estoy, incluso cuando he estado en el sendero muchos, muchos años, y aun así estos pensamientos vienen a veces, ¿se lo pueden imaginar? Lo que demuestra cuan tenaz es la voluntad de no querer meditar, pero nunca acepto eso. Lo que hago es poner mi mente muy intensamente en el centro kutastha, el centro de la voluntad y la concentración, y afirmo con verdadera fuerza, usando las palabras del Maestro: “Esto puede esperar y aquello puede esperar, pero mi búsqueda por Dios no puede esperar”. Y entonces salto de la cama.

 

Convocación SRF 2020

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