
29 Sep LA VIDA DE PADRE DE FAMILIA DE SHYAMANANDA CON SU EXTRAORDIARIA ESPOSA SHANTANA
La vida de padre de familia de SHYAMANANDA con su extraordinaria esposa, Shantana
Swami Shyamananda Giri fue miembro de la Junta Directiva de Self-Realization Fellowship/Yogoda Satsanga de India y Secretario General/Tesorero de YSS. Fue Swamiji quien reconstruyó YSS después de los años que Paramahansa Yogananda estuvo ausente mientras estuvo en Estados Unidos.
Continuación de: Swami. SHYAMANANDA ~ Vida temprana notable del gran santo y jefe de YSS
Con el tiempo [BINAYENDRA/Swami SHYAMANANDA] se casó con la joven hija de su familia adoptiva, Shantana. Ella se caracterizaba por su buen criterio, que era una notable mezcla de fuerza y suavidad. Era su igual mental y espiritualmente. La reverencia y devoción con que él la contemplaba era quizás una de sus cualidades más admirables, una cualidad poco común, al menos, en la relación marido-mujer. A menudo decía de su esposa: “Ella era única, excepcional, ¡Yo no estaba a su altura!” Su matrimonio fue bendecido con dos hijas, Dipti Moyee Debi y Priti Moyee Debi, a quienes cariñosamente llamó Mira y Minu.
Binayendra tenía todo lo que la mayoría de los hombres solo anhelan en la vida. Sin embargo, diría de esos días: “Siempre fui un inadaptado; realmente nunca pertenecí a ninguna parte. Siempre me sentía atraído por algo más”. Así se siente cada alma que ha sido tocada por Dios para un deber superior en la vida. Pero nunca permitió que los lamentos o la pesadumbre tuvieran un lugar en su vida, ni siquiera momentáneamente. Éstas y cualquier otra forma de negación siempre fueron rechazadas en su filosofía. “Creo que hay que ser siempre alegre y positivo, y cualquier cosa que uno deba hacer, ¡debería hacerla bien!” Eso fue lo que profesó toda su vida.
Shantana debió sentir a menudo que con su marido tenía que “agarrar el toro por los cuernos”. Era un inconformista en las cuestiones sociales; un brahmín extremadamente ortodoxo que no quería (de hecho, no podía) tomar ni una gota de agua o una migaja de comida excepto bajo las condiciones prescritas en las escrituras; y aplicaba tal voluntad y entusiasmo a todo lo que hacía que la mayoría de las veces lo llevaba al extremo.
Una vez estuvo a punto de morir tratando de probarse a sí mismo que podía ayunar tanto como solía hacer Mahatma Gandhi. Gandhi solía beber suficiente agua durante sus ayunos y permanecía relativamente inactivo. Binayendra no sólo renunció a la comida, sino también a todos los líquidos, y además mantuvo su ritmo normal y activo de estudios y deportes al aire libre bajo el abrasador sol indio, todo ello sin que nadie de la familia supiera lo que hacía. Después de nueve días, el sirviente que había estado cooperando con él en el esfuerzo notó que había comenzado a desmayarse. Alarmado, el sirviente se lo comunicó a Shantana. Ella persuadió a su esposo para que tomara comida. Después de lo cual rompió su ayuno extremo con una comida monumental de varios litros de leche y una enorme pila de chapatis (pan indio frito). ¡Más tarde dijo que era la única vez en su vida que había sentido una ligera indigestión!
Pero se nos dice que Shantana nunca se desanimó; ella estaba a la altura de todos los desafíos de su marido. Sonreía en silencio ante su negativa de integrarse en «la élite social». Una noche, mientras él dormía, le cortó el mechón de cabello propio de un brahmín ortodoxo (él nunca le dijo que sabía que le faltaba, pero tampoco se lo volvió a dejar crecer); y cuando sentía que su obstinado esposo había ido demasiado lejos en algo, ella “le plantaba cara” y él capitulaba. Pasaron algunos de sus momentos más felices juntos discutiendo filosofía, un tema en el que, en aquellos días en la India, las mujeres no estaban muy instruidas. “Además de su profundo conocimiento, mi esposa también tenía memoria fotográfica. Podía echar un vistazo a cualquier página de un libro o escritura y luego recitarla palabra por palabra. Incluso en eso ella podía superarme”, dijo Shyamananda en recuerdo reverente de ella.
Cuando Shantana tenía solo veinte años, murió después de una larga enfermedad. “No podía sentir ningún dolor”, dijo Shyamanandaji, “porque mi corazón estaba demasiado lleno”. Su esposa le había dicho: “Sé que esta no debe ser tu forma de vida. No seré un obstáculo, ni te retendré por mucho tiempo. Tuvimos que representar este drama; pero ahora tiene que terminar, y debo dejarte libre”.
Eso fue en 1936. La búsqueda de Dios y la verdad se convirtió para Shyamanandaji en el único objetivo de su vida. Una cuñada comprensiva se hizo cargo del cuidado de sus hijas, liberándolo así de esa preocupación. Dejó a su familia y pasó la mayor parte de los siguientes veintitrés años en los ashrams de la India y en peregrinaciones a sus lugares sagrados. Se acercó a los santos y a los instructores sagrados más famosos de la India de aquellos tiempos. Muchos desearon aprovechar su devoción y sus aptitudes tanto en beneficio de su búsqueda espiritual como en el crecimiento de sus instituciones. Con la mayor veneración por todos ellos, sirvió con amor en todo lo que pudo (construyó un ashram para un santo sabio y vivió allí casi diez años); pero nunca tomó diksha (la promesa que establece formalmente la relación gurú-discípulo), ni adoptó camino alguno. «Todavía estaba buscando ese algo más ―explicaba Shyamanandaji―. Es extraño. Mi búsqueda comenzó cuando el Maestro [Paramahansa Yogananda] estaba en la India, en 1935-36. Yo me hallaba en Puri en 1936, mientras él estaba allí de duelo por el fallecimiento de Sri Yukteswarji. Sin duda no llegué a encontrarme con él por poco en varias ocasiones. Si lo hubiera conocido entonces, mi búsqueda habría terminado cuando empezó; pero no iba a ser así».
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