
30 Ago HISTORIAS DEL HNO. BHAKTANANDA POR EL HNO. JAYANANDA
En mis primeros años en SRF tuve grandes ejemplos de personas que manifestaron este amor y alegría. A veces me preguntan por qué los monásticos siempre hablamos de estas personalidades que conocimos. Estos fueron los discípulos que Guruji trajo con él para establecer esta obra. Y uno de los grandes privilegios que todos sentimos es que los vimos, interactuamos con ellos, tuvimos momentos personales en los que pudimos hablar con ellos, hacerles preguntas. El Maestro nos ha dado estas fabulosas enseñanzas y en estos grandes discípulos encontramos a quienes ponen en práctica esas enseñanzas, quienes nos muestran cómo ponerlas en práctica. Y así, cuando miro hacia atrás a las grandes almas que tuve el privilegio de conocer en SRF, realmente me siento muy humilde.
Uno de ellos era el Hermano BHAKTANANDA, esta alma sencilla que estuvo en el Templo de Hollywood durante muchos, muchos años. Un hombre que no era un gigante intelectual, sino una persona sencilla que vivía lo que decía, y la santidad emanaba simplemente de él.
Viví en Hollywood, durante tres años. En el ashram había cinco o seis monjes en ese momento, y siempre nos reuníamos por la mañana para nuestros ejercicios energéticos y para nuestra meditación grupal. Y recuerdo las mañanas cuando el Hermano Bhaktananda salía de su habitación y emanaba lo que tenía dentro, estaba radiante. Y me decía, ¿es esto normal? Parecía que una luz fluyera desde su interior. Y yo pensaba, bueno, debe haber pasado la noche meditando.
Se notaba esa santidad en él. Y, por supuesto, su maravillosa manera de encontrar esa sintonía, encontrar ese gran amor y alegría, fue a través de la práctica de la presencia de Dios, manteniendo sus pensamientos, su corazón y su mente centrados en el pensamiento de Dios.
Esto es lo que dijo en una de sus charlas: “Seguí cantando «Om Guru» desde el corazón, mientras a veces visualizaba al Maestro en el ojo espiritual. Durante cuatro años canté de esta manera, sintiendo un amor y alegría maravillosos e ininterrumpidos. Debido a mi sintonía con el Maestro, siempre tuve su guía en mi vida y mi trabajo. Una vez, debido a mi apretada agenda, olvidé practicar la presencia divina durante un par de días. La dicha comenzó a desaparecer gradualmente, y comencé a sentirme como un barril vacío, sin experimentar el amor de Dios. Sentí que la vida era aburrida, estéril. Hasta entonces no me había dado cuenta de que practicar la presencia de Dios producía tan gran diferencia. Decidí hacer del canto la práctica más importante en mi vida. Durante dos años seguí cantando «Om Divine Mother, Om Divine Mother» (Om Madre Divina, Om Madre Divina), a excepción de la meditación y el sueño. Uno podría pensar que un canto continuo podría volverse monótono o aburrido, pero descubrí que mientras cantaba, sentía el amor y la alegría de Dios. Me sentía animado y lleno de energía, incluso cuando trabajaba hasta la medianoche”.
Ese era el hermano Bhaktananda, esa conciencia era lo que siempre tenía. Y se notaba. Se notaba en su vida, en las interacciones que teníamos con él, se mostraba en lo que decía. Quedaba demostrado cuando claramente estaba canalizando al Maestro en alguna afirmación para uno de nosotros. Tenía esa sintonía.
De vez en cuando hacía pequeñas aseveraciones, tal vez mientras daba una charla en el Templo de Hollywood. Así que comencé a tener guardada una libreta en mi bolsillo, porque algunas veces el Hermano decía algo que no había escuchado antes, o al menos no expresado de esa manera.
Hay un par de ellas que recuerdo ahora. Estaba hablando de practicar la Presencia y dijo: «De vez en cuando, tienes que arrodillarte». Y lo que quiso decir con eso es que debes evitar practicar la Presencia simplemente de manera mecánica. «De vez en cuando tienes que arrodillarte», debes poner tu atención, tus pensamientos, tus sentimientos, tu amor, en lo que sea que estés cantando. Así es como mantienes el canto profundamente. Así es como se convierte en algo que transforma tu vida.
En otra ocasión, estaba hablando del camino espiritual, hablando de lograr lo que todos queremos alcanzar, y dijo: «Es como cualquier otra cosa. Tarde o temprano te abrirás paso”. Era tan profundo, tan simple, pero tan profundo. «Es como cualquier otra cosa: Tarde o temprano te abres paso». En otras palabras, haces un esfuerzo en el camino espiritual y, por lo general, cuando menos lo esperas, cuando ni siquiera lo estás buscando, algo sucede y te abres paso.
Es como cualquier otra cosa. Podemos aprender cualquier cosa en el mundo, ¿y qué pasa? Aprendes algo, tomas lecciones sobre lo que sea que te interese. Si eres diligente con eso, de repente llegas a un punto donde algo cambia, te abres paso. Así sucede con el yoga. Así ocurre con la práctica.
Extracto de la charla: «El oculto amor y la alegría de Dios» por el Hermano Jayananda, Convención SRF 2019
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