GOZO, ENTUSIASMO Y GRATITUD ETERNA – UMA MATA (1ª PARTE)

GOZO, ENTUSIASMO Y GRATITUD ETERNA

 Las bendiciones de crecer en el ashram bajo el cuidado de Paramahansa Yogananda

 Uma Mata es el último miembro viviente del círculo de dedicados discípulos monásticos de Paramahansaji que recibieron su entrenamiento personal y guía y luego llegaron a servir en puestos claves de liderazgo en Self-Realization Fellowship en las décadas que siguieron a su abandono del cuerpo. Nacida en 1934, conoció a Paramahansaji en 1943 como una niña de nueve años espiritualmente precoz y que inmediatamente lo reconoció como su Gurú; con el permiso de sus padres, entró en el ashram para ser formada como monja en 1947, justo dos días después de su treceavo cumpleaños. Designada para el Comité de Dirección en 1955, sirvió incansablemente a la obra de Paramahansaji por seis décadas hasta 2017, cuando se retiró del servicio activo y se le dio el título de Director Honorario.

En honor del 75 aniversario de su dedicada vida a Dios y al Gurú como monja, celebrado el 10 de agosto de 2022, se presenta este artículo basado en varias satsangas que ella dio en el Centro Madre durante las Convocaciones anuales entre los años 1994 y 2000.

Entré en el ashram a una edad muy temprana. Con anterioridad a ello estuve muy influenciada por la religión católica en la que me había criado – asistía a una escuela parroquial dirigida por monjas benedictinas, y me gustaban las reuniones de oración que teníamos en la escuela y la paz y la quietud que había allí. Supongo que estas experiencias comenzaron a mover dentro de mi un anhelo interior. Aunque yo no podía comprender entonces qué es lo que estaba buscando, siempre sentí que debía haber algo más ahí fuera. Solía observar a los vecinos que iban a trabajar temprano por las mañanas, partiendo siempre a las mismas horas. Y volvían cada día a la misma hora. Y solía pensar: “Esto no puede ser todo lo que haya en esta vida. Debe de haber algo más”. En una ocasión le pregunté a mi madre: “¿Es esto todo lo que da la vida?” y ella respondió: “Eres demasiado joven para hacer preguntas como esa?”.

Mi padre se hizo miembro de Self-Realization Fellowship a finales de la década de los 30 y vino a California para aprender más de las enseñanzas y conocer a Guruji (la familia de Uma Mata vivía en Dakota del Norte en aquella época). Él se convirtió en un devoto muy fiel de nuestro Gurú y estuvo muy interesado en su obra espiritual. Cuando estaba en Los Ángeles le preguntó a Guruji: “¿Piensa usted que este sea un buen lugar para traer a mi familia?”. Guruji le contesto: “Pienso que debería considerar que fuera San Diego”. Así que mi padre encontró un lugar en San Diego y llevó allí a la familia.

Mi padre fue el instrumento que me llevó al templo de SRF en San Diego, donde vi a Guruji por primera vez. Pero tuve que pasar por algo más para llegar hasta eso. Cada vez que le pedía a mi padre ir con él a su iglesia, decía: “No, eres demasiado joven. No te puedes sentar quieta”. Así que en lugar de eso yo iba con mis amigos de infancia a las distintas iglesias y templos a las que asistían, pero yo siempre supe: “Esto no es, esto no es lo que estoy buscando”.

Esto continuó durante algún tiempo. Cuando le preguntaba a mi padre si podía ir con él a la iglesia, siempre me daba invariablemente la misma respuesta. Finalmente, un domingo, cuando me dijo lo mismo, yo le respondí con mucha fuerza: “Yo puedo sentarme quieta”. Me miró y dijo: “De acuerdo. Vete a prepararte”. Pienso que él había estado esperando una señal de que yo estaba sinceramente interesada y no sólo preguntando por curiosidad.

 

PRIMER ENCUENTRO CON PARAMAHANSA YOGANANDA

Fuimos al templo de San Diego y según entraba sentí una enorme sensación de paz y calma. Es cierto que esta paz también estaba ejemplificada en otros templos en los que había estado, pero había algo diferente en esto. Era algo muy profundo y sosegado, un sentimiento inmenso que sencillamente te atrapaba. Estaba tan impresionada con todo lo que veía: el altar, los espejos que había el hall, las cortinas de las ventanas y los amorosos colores azul y dorado que Guruji utilizaba en todos sus templos de SRF. Era muy sencillo, pero muy hermoso y había una luz que brillaba dentro del templo, como si fueran rayos. Todo el ambiente parecía estarme preparando para los momentos que iban a venir.

El templo estaba lleno con gente sentada quietamente, meditando. Aunque yo no sabía cómo meditar, me pareció algo muy natural. Con los otros jóvenes me senté en los peldaños que conducían a la parte superior del templo. Yo estaba en la parte más alta, justo a la altura para que cuando las cortinas del estrado se abrieran, yo pudiera ver a Guruji a nivel de mis ojos. Él estaba de pie, con las manos unidas en el tradicional gesto indio del pranam para saludar. ¡Parecía tan hermoso y radiaba tanto amor!. Yo estaba maravillada.

Y cuando comenzó a orar, sus palabras estaban llenas de la presencia de Dios. Mientras él hablaba, recuerdo haber pensado: “Esta persona conoce a Dios”. Sentía como si mi corazón fuera una esponja, absorbiendo algún conocimiento de un tiempo pasado y lejano, tomándolo desde el punto en el que lo había dejado un tiempo anterior. Sentí que había vuelto a casa, que había encontrado aquello que había estado buscando toda mi vida; y pensé: “Ahora sé que hay un propósito en la vida. Sé hacia dónde me dirijo”.

EL ENTRENAMIENTO DEL GURÚ COMIENZA

Después de aquello, comencé a pasar mucho tiempo en el templo de San Diego. Asistía a los servicios, y uno de mis queridos amigos de infancia estaba de hecho viviendo en los jardines del templo, porque sus padres eran los encargados de su cuidado. Como jovencitos, algunas veces nos volvíamos algo ruidosos. Un día, mi amigo dijo: “juguemos a las cartas”. Así que nos retiramos a una habitación, cerramos la puerta y comenzamos a jugar a las cartas. Estábamos disfrutando mucho. Entonces yo levanté la vista y vi que el pomo de la puerta giraba. No se giraba de forma normal, sino con un propósito, muy lenta y deliberadamente. “Hu-Hu” pensé. La puerta se abrió y allí estaba Guruji. Miré su cara y supe, “él no está complacido”.

Muy calmadamente, pero con firmeza, Guruji dijo: ¿No tenéis algo mejor que hacer con vuestro tiempo?

Aquello me llegó realmente. Después de eso, siempre nos daban pequeñas tareas que realizar, ¡y a nosotros nos encantaban! Guruji daba almuerzos en el templo cada dos domingos e invitaba a diferentes devotos a asistir. Algunas de las monjas mayores hacían el curri y a nosotros se nos pedía que ayudáramos con los platos y a barrer el suelo, e incluso cocinando. Nos daba un gran gozo servir de esta manera y estos fueron mis comienzos en recibir la disciplina bajo la guía del Maestro.

EL DESEO DE VIVIR UNA VIDA DE RENUNCIAMIENTO SE VE SATISFECHO

Un domingo, unos años después de haber conocido a Guruji, me preguntó si me gustaría venir a vivir a su ashram de Encinitas. ¡Oh, sí! Le respondí. Yo estaba extasiada por la invitación. Luego, después que tuve tiempo para pensar, dije: “¿Mi padre?”.

“Tu padre dijo que estaba bien”,

“¿Y mi madre?”

“Tendrás que preguntarle a tu madre”

Me quedé en silencio. Y entonces le dije a Guruji: “Si mi madre dice que no puedo venir ahora, vendré más tarde”. Guruji me dio entonces una bendición y seguí mi camino. Estaba tan emocionada que no podía pensar en otra cosa y no podía esperar volver a la casa de mi familia. Cuando llegué finalmente, abrí la puerta del coche y corrí al porche delantero gritando: “¡Madre, madre!”, abrí la antepuerta con fuerza y esta golpeó contra la barandilla, pero sorpresivamente mi padre, que era muy particular con esas cosas, no dijo ni una palabra. Luego corrí a abrir la puerta de la casa. “¡Madre, madre!, y gritando de nuevo, “¿puedo ir?”.

Desde luego, aquello no tenía ningún sentido para ella, así que dijo: “¿de qué estás hablando?

“¿Puedo ir a vivir a Encinitas?”

“Sí”, soltó.

Haciendo honor a su palabra, me dejó entrar en el ashram. Años más tarde, supe por una de mis hermanas que mi madre le había dicho que nunca entendió porque había dicho que sí. Yo siempre supe que fue debido a la bendición especial del Maestro, porque él sabía lo que era bueno para mí y cuidó de la situación. Ella (mi madre) creía que yo era demasiado joven para conocer mi mente y lo que yo quería de la vida. Pero, muchos, muchos años más tarde, me dijo (refiriéndose a mi hermano y mis hermanas), “tú eras la única que sabías hacia donde te dirigías”. Y yo pensé: “No es acaso maravilloso que el Maestro se encargara de todo”.

VIDA EN EL ASHRAM CON PARAMAHANSAJI

Crecer en el ashram bajo la guía y cuidado de nuestro Gurú fue absolutamente maravilloso. Él era como una madre, padre, y muy querido amigo para nosotros, y tenía mucho interés en todo lo que hacíamos. Incluso ahora, Guruji tiene ese mismo interés por cada uno de sus discípulos. Él solía decir: “Cuando me haya ido, seré capaz de hacer más por todos vosotros”.

El Maestro cuidaba de que lleváramos vidas muy equilibradas. Cuando nos levantábamos por la mañana lo primero que hacíamos era meditar privadamente en nuestras habitaciones. Luego nos reuníamos para la práctica de los Ejercicios de Energización y la práctica de la meditación en grupo. Después desayunábamos y luego llevábamos a cabo las tareas que nos habían asignado para la mañana. Algunos cocinábamos, o limpiábamos y hacíamos tareas de mantenimiento, y otros se encargaban del jardín.

Aquellos de nosotros que estábamos todavía en edad escolar asistíamos a la escuela pública en Encinitas. Después de la escuela, nos hacíamos cargo de nuevo de nuestras responsabilidades en la ermita, y más tarde, siempre nos reuníamos para la meditación de la tarde y la práctica de los Ejercicios de Energización. Después seguía la comida de la noche, y luego, después de haber lavado todos los platos y realizado las demás tareas necesarias, nos reuníamos para un período de estudio espiritual. Y desde luego que teníamos que dedicar tiempo a las tareas escolares. Estudiábamos las Lecciones de Self-Realization Fellowship, y algunas veces Guruji se presentaba inesperadamente. “Así que estáis estudiando las enseñanzas”, decía, “¿qué habéis aprendido?”. Nos quedábamos callados normalmente, porque éramos muy vergonzosos para discutir las enseñanzas delante de él. Pero gradualmente salíamos de nuestras “conchas” y comenzábamos a hablar de lo que habíamos estudiado. Algunas veces nos preguntaba el significado de una palabra, y si no la sabíamos, nos hacía que la buscáramos en un diccionario y que le dijéramos cómo se aplicaba el significado a la frase que estábamos leyendo. En otras ocasiones nos hablaba de Dios o nos contaba historias de su juventud en la India, lo que siempre nos encantaba.

Nuestra agenda incluía también tiempo para la recreación. Dado que vivíamos al lado del océano, dábamos paseos por la playa e íbamos a nadar. También jugábamos al bádminton y nos emocionábamos cuando Guruji se unía a nosotros en el juego. Él se colocaba a un lado de la red y varios de nosotros nos alineábamos al otro lado. Nos hacía correr de un lado para otro golpeando la “pluma” para devolvérsela. Pero el Maestro no se movía, alargaba el brazo a un lado y al otro y la devolvía. La mayor parte del tiempo permanecía en esa posición. Nos lo pasábamos estupendamente. Guruji se reía mucho, y ya pueden imaginar cómo era, con todos nosotros riendo juntos.

Tomado de la Revista Anual de SRF de 2022

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.

Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. política de coookies

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar