
17 Jun EL SADHANA DEL YOGA QUE ATRAE EL AMOR Y EL GOZO DE DIOS (PARTE II) – MRINALINI MATA
LA EXPERIENCIA DE DIOS EN EL INTERIOR DEL TEMPLO CORPORAL
Después de pratyahara, el siguiente paso que Patanjali presenta es dharana, o concentración. Ese estado ocurre cuando la mente interiorizada, liberada de los sentidos y de los pensamientos que surgen de la estimulación sensorial, se enfoca en Dios. Según meditas, te estás concentrando en Él como la forma de un ishta[1], o como una de sus bellas cualidades, tal como Su magnífico poder vibratorio -el creativo poder de Om– que estructura y sostiene tanto el universo entero como los cuerpos más diminutos. Om es Su voz, Su sabiduría. Es el nexo de unión entre materia y Espíritu. O podrías concentrarte en Dios como Luz, Sabiduría, Amor o Ananda (Gozo). Y en este estado de dharana, estás sintiendo estos conceptos de Dios como una experiencia interior en el templo del cuerpo.
Y así, cuando hayas aprendido en la meditación a poner toda tu atención completamente en Dios, verás que la mente está tan entrenada que incluso en tu ocupada vida diaria, ese poder de concentración te ayudará en cualquier cosa que hagas. Cualquier que sea el problema, cualquier que sea la tarea a realizar, tal como Gurudeva nos enseñó, pon toda tu atención en ello. Concéntrate profundamente en lo que estés haciendo y nunca pienses que alguna responsabilidad, algún deber, no es importante. Me encanta lo que Gurudeva escribió: «la distinción entre importante y no importante seguramente es desconocida para el Señor; ¡no sea que a falta de un alfiler el cosmos se derrumbe!».
Cualquiera que sean nuestras responsabilidades en la vida, ellas representan lo que Dios quiere que nosotros hagamos. El papel de cada uno es una parte muy importante del conjunto de lila, el juego divino de Dios. Por lo tanto, nuestra atención y concentración deben estar en lo que sea que estemos haciendo; haciéndolo lo mejor de podamos y con la idea de que lo estamos haciendo por Dios. Él nos ha dado este papel y para él estamos desempeñando este papel -con el mayor entusiasmo, inteligencia, el uso de nuestros poderes de concentración y razonamiento y una actitud alegre al desempeñar cualquier cosa que estemos haciendo por Dios.
EXPANDE TU CONCIENCIA PARA SENTIR LA INFINITA NATURALEZA DE DIOS
Una vez alcanzados los estados de interiorización y profunda concentración descritos por Patánjali, entonces profundizando en la meditación, uno llega al siguiente estado: dhyana, o la verdadera meditación. Dhyana es la concepción de la magnitud de Dios no solo experimentada en el interior de este pequeño templo del cuerpo, sino como su manifestación universal o cósmica. En otras palabras, si estamos concentrándonos en el estado de dharana como el amor de Dios, lo sentimos como un estallido de profunda satisfacción y amor dentro del corazón y dentro de la mente. Sin embargo, en el profundo estado de dhyana, vemos: «¡Oh!, este amor no solo es algo que Dios me está dando a mí. Este amor es lo que sustenta y fluye a través de todos los corazones humanos, a través de toda la creación. En realidad, es esa fuerza universal que, lenta y gradualmente, invisible a los ojos humanos, está atrayendo a toda la creación de vuelta a Su corazón divino».
De la misma manera, la pequeña luz que nosotros vemos en el estado de dharana, se convierte en esa luz cósmica del Espíritu, que envuelve a este mundo, al universo, al sistema solar y a sistemas estelares, más allá de lo que cualquier astrónomo haya nunca soñado. Su amor, Su luz, Su sabiduría o cualquiera de Sus aspectos experimentados en el cuerpo, se expanden en experiencias universales de la naturaleza infinita de Dios.
De nuevo, estas experiencias interiores se desbordan en nuestra vida cotidiana. Quien ha alcanzado ese estado en la meditación ya no puede hacer distinciones entre cualquier ser humano como un buen o mal hijo de Dios; o como un ser diferente en apariencia y forma, como negro, blanco, rojo, amarillo, verde, púrpura, ¡sea cual sea el color de la piel del que quieras hablar. Uno ya no puede sentir en absoluto tales distinciones que los seres humanos hacemos en cuanto a raza, casta, nacionalidad, porque ve a Dios en esa naturaleza universal, esa forma universal, que mora en todo. Uno experimenta que Dios está en cada soplo de brisa y en cada hoja de cada árbol, en el cielo, en cada forma de vida creada, en cada átomo. Y así logra una comprensión perfecta y un perfecto sentido de armonía con toda la creación de Dios.
EN SAMADHI EL ALMA PASA DE ADORAR A DIOS A SER UNO CON ÉL
Ahora bien, en estas experiencias de dharana y dhyana, percibimos a Dios en el estado de devoción En otras palabras, todavía hay un sentimiento de separación; aún hay dos: Dios y el devoto adorando a Dios. Pero entonces llegamos al último estado trazado por Patanjali: samadhi. En samadhi, ya no solo sentimos o experimentamos a Dios, sino que nos volvemos uno con Él. Previamente, nos acercamos a Dios con anhelo. Tal como Gurudeva cantaba: «Yo soy la burbuja, hazme el mar». Y luego, en el estado de samadhi, dice «ola del mar disuelta en el mar»[2].
Gurudeva también solía cantar hermosamente, «En sabikalpa samadhi, ahogaré mi ser en mi Ser»; y en el estado más elevado de nirbikalpa samadhi, «Encontraré mi ser en mi Ser». En otras palabras, en el primer estado de éxtasis del samadhi, uno pierde absolutamente ese sentido de separación; el devoto conoce, «Dios, Tu y yo nunca estamos separados». En ese maravilloso y gozoso estado uno no pierde su sentido de identidad o conciencia, pero puede decir: «Yo soy Él, Yo soy Él, Espíritu bendito, Yo soy Él». En el estado sabilkalpa, uno está completamente aislado de este mundo; el cuerpo está en estado de trance o inmóvil. Sin embargo, cuando uno se vuelve completamente libre, cuando uno alcanza ese último y más elevado estado de nirbikalpa samadhi, entonces, sin perder nada de esa percepción de Dios y ese sentimiento de unión con Él, puede actuar en este mundo y realizar los deberes más exigentes. Se requiere mucho tiempo y esfuerzo para alcanzar tal estado. Ese estado es el que vimos manifestado en nuestro amado Gurudeva.
[1] Cualquiera de las innumerables formas de la deidad o encarnaciones divinas en las que el Espíritu Infinito se ha manifestado (por ejemplo, la Madre Divina o Cristo o Krishna)
[2] En este párrafo y el siguiente, Mrinalini Mata se está refiriendo a uno de los Cantos Cósmicos de Paramahansaji.
Sorry, the comment form is closed at this time.