
26 May CÓMO TENER SUFICIENTE DEVOCIÓN ~ HERMANO BHUMANANDA
CÓMO TENER SUFICIENTE DEVOCIÓN ~ Hermano Bhumananda
Una pregunta en satsanga: Se nos dice que meditemos con devoción. ¿Cómo sabe uno cuando tiene suficiente devoción? ¿Cuáles son los signos?
HERMANO. BHUMANANDA: Gyanamata, una gran discípula de nuestro Gurú, le escribió una vez:
“Por todo lo que sé que usted es, y por todo lo que usted es y que no puedo saber, le ofrezco reverencia, gratitud, devoción y amor, pero no lo suficiente, no lo suficiente, nunca puede ser suficiente”.
El Maestro dijo que Gyanamata era una gran santa. Solía compararla con San Francisco. Y ella sentía que su devoción a Dios y al Gurú nunca eran suficiente. Siempre podría ser más. Te das cuenta de que no puedes ver la devoción desde un punto de vista intelectual. No puedes entenderla sólo con la mente. Tienes que involucrar el corazón. . .
No podemos dar una fórmula que mida cuánto ama un esposo a su esposa. Pero, aunque no se puede medir, la esposa sabe si el esposo la ama porque es algo que siente, es algo que experimenta. Lo mismo pasa con el devoto y Dios.
El cultivo de la devoción es algo que hacemos toda nuestra vida, siempre preguntando hasta el final: ‘Señor, ¿cómo puedo amarte más profundamente, más perfectamente? ¿Cómo puedo acercarme a ti? Y no es difícil. Tenemos que ser sinceros. Dios mira el corazón. Cultivando ese deseo sincero de sentir Su presencia, de ofrecerle nuestro amor, nuestra devoción. Y al meditar, meditando no por experiencias, no por consuelos, sino simplemente ofreciendo todo lo que somos, todo lo que esperamos ser a los pies del amado Dios.
Un anhelo sincero de amar a Dios
A veces escuchas de niños de familias adineradas que se vuelven malos y los padres dicen: «Simplemente no entiendo por qué hizo esto». Le di a Junior un Ferrari nuevo, lo envié de viajes a Europa y le di 20 tarjetas de crédito y ropa cara, todo lo que siempre quiso o necesitó. Bueno, aquí hay un gran problema. Un niño necesita algo más que cosas. Un niño necesita amor.
Lo mismo pasa con el devoto y Dios. Podemos meditar todos los días, podemos ser muy perfectos en nuestra rutina espiritual y puntear todas las cosas que necesitamos hacer todos los días. Pero aún más y más allá de eso, tiene que estar implicado el corazón, un anhelo sincero de amar a Dios, de recibir su amor como hijo suyo.
El famoso Jack Benny tenía una hija, y ella contó que, cuando era una niña, todos los domingos por la mañana era su tiempo de estar juntos: primero desayunaban mucho y luego salían a dar un paseo en el auto. Y ella decía que, cada vez, Jack Benny seguía la misma rutina. Encendía el motor y no pasaba nada. El coche no arrancaba. Y luego se ponía un poco frenético y comenzaba a manipular todos los mandos y cosas en el tablero, y aún así el auto no arrancaba. Y finalmente soltaba un gran suspiro y se volvía hacia su hijita y le decía: ‘Cariño, este coche no va a arrancar hasta que me des un beso’. Y luego le daba un beso a su papá, él encendía el motor, y el auto arrancaba de inmediato, él le mostraba entonces una gran sonrisa y se iban. Ella dijo que durante años pensó que en realidad había una conexión científica, que tenía que besar a su papá para que el auto funcionara.
Ese es el elemento personal
Bueno, no creo que hubiera ninguna duda en la mente de esa niña de que su padre la amaba. Ese es el elemento personal, ya sabes, ese elemento personal del que hablamos. Y esa es la forma en que tenemos que ir en pos de Dios. Tenemos que ir tras Dios con tanto afán y tanta sinceridad, y tanta expectativa de cómo será cuando estemos en Su presencia, y queriendo ofrecerle nuestro amor, de modo que no le dejemos ninguna duda de que lo amamos, que lo queremos, que nunca seremos felices hasta que Él venga a nosotros.
Maestro dijo: “El buscador de corazones sólo quiere tu amor sincero. Es como un niño pequeño. Alguien puede ofrecerle toda su riqueza y él no la quiere. Y otro le grita: ‘Oh Señor, te amo’. Y entra corriendo al corazón de ese devoto”.
¿Cómo desarrollar ese tipo de devoción?
¿Cómo desarrollar ese tipo de devoción? Gyanamata escribió una vez:
“¿Cómo se podemos estimular la devoción? ¿Qué combustible usaremos para reponer el fuego sobre nuestro altar? El Guita dice que el Señor no rechaza ni la ofrenda más pequeña. Una flor, una fruta servirá. Pregúntele a su corazón. Él te guiará. Realiza regularmente cualquier acción que haga que tu devoción arda hasta el cielo en una llama clara y brillante”.
Y no es difícil, si tienes un momento libre, solo tienes que cerrar los ojos y decir: ‘Te amo Dios. no se nada más que Te amo”. Si no sientes amor, solo sé honesto con Dios: “Señor, en este momento no siento amor, me siento seco por dentro, pero nunca lo aceptaré. Respóndeme. Úneme con Tu conciencia”.
Recuerdo una vez que estaba con un caballero en Mt. Washington, y me dijo: ‘Hermano, pero no siento amor por Dios, solo quiero sentir amor por Dios. Y yo le dije: ‘No te preocupes. Querer sentir amor por Dios ES amar a Dios. No hay una diferencia esencial, simplemente no te rindas. No te desanimes. Sigue intentándolo y verás que finalmente Dios responderá al llamado de tu corazón. Sigue intentándolo.
¿Qué estoy haciendo mal, por qué no estoy progresando?
Al principio, cuando estamos aprendiendo a meditar, a menudo nos enfocamos en los resultados y en lo que queremos que la meditación nos brinde. Ahora bien, quizás al principio tengamos ciertas experiencias. Podemos ver la luz del ojo espiritual, o escuchar el sonido de OM, o tener alguna otra experiencia profunda. Y eso es maravilloso, pero tienes que darte cuenta, que al principio estos son regalos de Dios para nosotros, para mostrar ‘Sí, hijo mío, este camino es auténtico, sí hijo mío, este camino es una verdadera enseñanza que te dará la experiencia de Dios’. Y luego, más tarde o más temprano, lo que sucede es que Dios retrocede un poco y, de repente, no estamos recibiendo los consuelos y tal vez no tengamos esas experiencias. Entonces, cuando eso suceda, algunos se preguntarán, bueno, ¿qué estoy haciendo mal, por qué no estoy progresando?
Bueno, no estás haciendo nada malo y estás progresando. Acabas de entrar en una fase diferente del desarrollo espiritual. Y a través de esos periodos donde no hay respuesta a tus esfuerzos espirituales, Dios está tratando de decirte, de enseñarte algo. Él está tratando de enseñarte ‘No medites solo para obtener resultados. Medita por tu amor por mí. Haz de tu corazón tu ofrenda para mí’.
Todo el secreto del juego del universo
El Maestro dijo que todo el secreto de este juego del universo es que Dios quiere nuestro amor. E incluso Él, no estará satisfecho hasta que le ofrezcamos, por nuestra propia voluntad, nuestro amor. Así pues, debemos aprender a meditar, no pensando: ‘Bueno, ¿qué vas a hacer por mí hoy, Señor?’, sino más bien ‘yo soy tuyo, tú eres mío’. Te ofrezco todo lo que soy, todo lo que espero ser a tus benditos pies. Recíbeme”.
Palabras del maestro:
“Cualquier yogui que medite en mí, que esté impaciente y perturbado por los resultados aparentemente lentos de la meditación, está actuando con un motivo egoísta, enfocándose en los frutos de sus acciones. Debe meditar sólo con el pensamiento de agradar a Dios. Entonces el Yoga, o la unión divina, con el Espíritu inmutable seguramente vendrá”.
Y si seguimos con este enfoque, empieza a suceder algo muy maravilloso. Cada vez pensamos menos en nosotros mismos. Llegas al punto en que ya no te importa cuánto tiempo te llevará liberarte. No te importa lo que tengas que pasar. Pero te preocupas mucho por tu amado Dios y tratas cada día de agradarle.
Daya Mata lo expresó así:
“Cuando el devoto ama sinceramente a Dios, cuando su devoción se vuelve profunda y pura, se olvida del mundo. Ya no le importa si el mundo lo considera un loco o un santo. Sólo quiere sentir el amor de Dios y ser absorbido por ese amor”.
Los Ejemplos de San Maximiliano Kolbe y el Hermano Lorenzo
El padre Kolbe era un santo y durante la Segunda Guerra Mundial fue encerrado en uno de los campos de concentración. Y uno de sus hermanos monjes escribió sobre su estancia en ese campamento: “Estaba totalmente enamorado de Dios. Cuando en el campamento padecía hambre, frío, y cuando dormíamos en el suelo, y cuando ya era un noviembre nevado y helado, y cuando no teníamos agua para beber, y cuando no nos habíamos cambiado la ropa interior en tres meses, y mientras los insectos y la suciedad nos atormentaban, el Padre lo soportaba todo con alegría. Sentía que era una manera de mostrar su amor por Dios”.
¿De dónde saca alguien ese tipo de fuerza? No hay más pensamiento de uno mismo. Sólo Dios. Hay un poder tremendo en ese tipo de devoción.
El hermano Lorenzo, el místico francés que escribió La práctica de la presencia de Dios, pasó por una noche oscura del alma que duró unos cuatro años, y durante ese tiempo pensó que era muy posible que estuviera condenado a la condenación eterna. Y, sin embargo, ni siquiera esa posibilidad lo sacudió. Escribió a un amigo de esa época: “Me comprometí en la vida religiosa solo por amor a Dios, y me he esforzado en actuar solo por Él. Pase lo que pase conmigo, ya sea que me condene o me salve, siempre continuaré actuando puramente por el amor de Dios. Tendré al menos este bien, que hasta la muerte habré hecho todo lo que estaba en mí para amarlo”.
Ese es un discípulo que ha aprendido lo que es el verdadero amor. Hasta la muerte habré hecho todo lo que estaba en mí para amarlo. No más pensamientos sobre uno mismo, sólo sobre Dios. Sólo Dios.
Así que el cultivo de la devoción dura toda la vida. Y nunca debemos pensar que tenemos suficiente. Siempre tiene que haber ese fuego ardiente dentro, ‘Querido Dios, Amado Dios, Bendito Dios, ayúdame a amarte más perfectamente, más profundamente, más puramente’.
Esfuérzate hasta el último aliento por amar más a Dios.
En una carta, Gyanamata cita un poema que expresa ese pensamiento de una manera muy hermosa, y ha significado mucho para mí a lo largo de los años, así que me gustaría cerrar esta tarde compartiéndolo:
Señor, es mi queja principal
Que mi amor es frágil y débil
Sin embargo, te amo y adoro
¡Oh, dame la gracia de amarte más!
Finalicemos, pues, cerrando los ojos, sintiendo la presencia de Dios y repitiendo juntos:
Señor, es mi queja principal
Que mi amor es frágil y débil
Sin embargo, te amo y adoro
¡Oh, dame la gracia de amarte más!
AUM AMÉN
Así que, solo diría una cosa más, esforcémonos hasta el último día, hasta el último aliento, para amar a Dios de manera más profunda, más sincera y más pura. Porque creo que ese es el verdadero camino de los devotos del Maestro.
Hermano Bhumananda, extracto de la charla dada en la Convocación de 2013.
Sorry, the comment form is closed at this time.